Fernando Fernán Gómez, la insigne figura

33 FESTIVAL DE CINE DE L’ALFÀS DEL PI

faro

Qué decir o qué escribir sobre alguien que no necesita ninguna presentación, que se le adjetiva de ‘carácter’, o de ser un absoluto nombre propio de nuestra cultura. Al menos, destacar unas mínimas pinceladas máximas de lo que se acostumbra a llamar talento. Pocos pueden recibir el calificativo de ‘actor totale’. Fernando Fernán Gómez lo tiene, sobre todo porque, además, se trata de un ‘autor totale’, que ha sabido incorporar su propia dramática a sus representaciones y preocupaciones.
Versátil y profundo, como director moral nos obsequió con grandes obras imborrables, como ‘La venganza de Don Mendo’ (1961), ‘El mundo sigue’ (1963), ‘El extraño viaje’ (1964), ‘El viaje a ninguna parte’ (1986) —serial radiofónico, novela y película—, ‘Siete mil días juntos’ (1994) o ‘Pesadilla para un rico’ (1997).
Un sabio que en todo momento supo compartir su conocimiento desde piezas y obras, además de un verbo sentido de timbre inconfundible, que matiza y deja rastro siempre a quien asiste, seducido y atónito, a su declama. Fernán Gómez trabajó con los más grandes. O los más grandes participaron con él. Muchos le construyeron arquitecturas, como la de ‘Pepe Guindo’ (Manuel Iborra, 1998). Recuerdo como si hubiera sido ayer su primer pase, íntimo en una pequeña sala de Madrid junto a los compañeros de la profesión.
Realizadores más explícitos y hacia fuera José María Forqué, Pedro Lazaga, Jaime de Armiñán o Luis García Berlanga, o directores más crípticos y metafóricos Víctor Erice, Gonzalo Suárez, Carlos Saura o Manuel Gutiérrez Aragón, encontraban en este gran sujeto el actor perfecto, capaz de conducir la historia hacia la sorpresa del destino, y único también en conectar con las butacas de cualquier condición.
De su primera película, ‘Rosas de otoño’ (Juan de Orduña, 1943), a la última, ‘Mia Sarah’ (Gustavo Ron, 2006), y en teatro, desde ‘Los ladrones somos gente honrada’ (1941) de Enrique Jardiel Poncela a ‘El alcalde de Zalamea’ (1979) de Calderón de la Barca, todo era posible en la mente y el corazón de este preclaro ser.
Fernando Fernán Gómez triunfó en los tiempos duros regalando alegría al personal, con trabajos refrescantes e intensos como los de ‘Botón de ancla’ (Ramón Torrado, 1948) o ‘Balarrasa’ (José Antonio Nieves Conde, 1951), y más tarde con su popular ‘Viaje de novios’ (León Klimovsky, 1956).
Como en su personaje de ‘Maravillas’ (Manuel Gutiérrez Aragón, 1981) vio desfilar las diferentes instantáneas de una España necesitada de mutación, siempre con los mismos sueños y sus eternas asignaturas pendientes. Y si había que hacer ejercicio de memoria, ahí queda otra gran cinta y papel, su Max de ‘En la ciudad sin límites’ (Antonio Hernández, 2002).
Al mejor estilo de Jean Renoir, Fernán Gómez compuso en ‘La lengua de las mariposas’ (José Luis Cuerda, 1999) un resumen de su legado ideológico dando vida al inolvidable y ‘necesario’ don Gregorio.
Y los oscarizados Trueba, Garci y Almodóvar no quisieron perderse al fenómeno en su madurez, resultando ser Goya por su Manolo en ‘Belle Époque’ (Fernando Trueba, 1992) y Goya por su protagonista en ‘El abuelo’ (José Luis Garci, 1998).
Seis premios de la Academia de Cine Español, ocho Medallas CEC, dos galardones en Donostia, uno en Venecia, cinco reconocimientos Fotogramas, la Unión de Actores, etc. Así como Premio Nacional de Teatro (1985), Premio Nacional de Cinematografía (1989) y Premio Príncipe de Asturias de las Artes (1995).
Silla B de la Real Academia Española desde el 2000, su obra literaria también fue amplia, no solo como dramaturgo: teatro, novela, ensayos… hasta poesía y literatura infantil. A fin de cuentas, escritor, director o actor, se trataba de un contador de historias, de eterno peregrinar a ninguna parte, o a todas: especialmente a nuestros corazones. Hay figuras como el Quijote y otras, como Fernán Gómez. Gracias por tanto, Fernando.

Carlos Gurpegui
Periodista y Académico.